Desde mi niñez el fin del verano iba acompañado de sensaciones encontradas, el 29 de Agosto, la fiesta más esperada para todos en el pueblo, donde los niños nos poníamos nuestras mejores galas, podíamos tirar petardos sin restricciones y acostarnos casi al final de la verbena…era también sinónimo de despedida, de vuelta al colegio, de rutinas. Muchas familias volvíamos a nuestras ciudades, unos a Oviedo, otros a Gijón, e incluso algunos cruzaban fronteras hasta Bélgica, Francia y Holanda, a la otra punta del mundo, creía yo.
Volver a Tornín en otoño los fines de semana, los puentes y festivos, era para nosotros un respiro, sinónimo de “libertad” al poder recorrer el pueblo a nuestro antojo, tan solo con esos riesgos que estábamos dispuestos a asumir heroicamente: alguna que otra ortiga no detectada, alguna caída tonta encima de algún “oriciu” (castañas), o esas sobredosis de mantequilla con azúcar que nos daban las abuelas, y en el mejor de los casos bocadillos de chocolate del blando (del que no era para hacer a la taza).
No recuerdo esa imagen bucólica de las hojas al caer…ni tampoco me paraba a observar los bosques en su pleno esplendor, ni sentía afición por la recogida de setas. Mis inquietudes eran otras, y un tanto curiosas, que se repetían en otoño año tras año. Madrugaba con mi abuela para “pañar”, las nueces que caían en el camino, por riesgo a que alguien madrugase más que nosotras, sobremanera después de una noche de viento del sur, cuando la recolecta podía ser muy generosa.
Los llagares recogían la manzana, y suerte era tener algún pomar que te permitiese juntar unos cuantos sacos, era divertido y a la vez un poco incierto, sobremanera cuando al hacer el balance de esfuerzo y beneficio veías que no salía tan a cuenta. Vecinos de edad avanzada nos regalaban a veces sus cosechas, y para la juventud eran ingresos jugosos cara al invierno que se acercaba, muchas entradas al Toipe y al Galaxia (las disco de moda, y las que había, claro) les pagaros a algunos las manzanas.
Halloween no entraba en nuestro vocabulario ni por asomo, qué va…pero tener unas buenas calabazas era sinónimo de que pronto llegarían “san martinos” (matanza del “gochu”, allá por mediados de noviembre, de lo que os hablaré en otro post más adelante).
Hemos heredado costumbres de otros países, que muchas veces se han trasmitido gracias a todos estos medios que ahora tenemos a nuestro alcance, pienso en la costumbre tan arraigada en México del día de los muertos, mi hija es fan de la película “coco”, mira tú que nunca me había parado a pensar en la similitud de esta tradición con la nuestra. Bajar a Cangas de Onís el día de los difuntos era para mí un espectáculo. En la parte alta de la ciudad ( Cangas ostenta el título de ciudad, no exagero), se encuentra el cementerio del Municipio, y el que más y el que menos, dispone en él de un nicho o tumba donde recordar a sus antepasados y familiares.
Los días previos a la festividad de difuntos empezábamos a adecentar nuestros espacios, la lápida debería quedar reluciente, sin rastro de musgo acumulado, sin hojas secas por los alrededores, y luego ya…pasaríamos a la acción del arte floral, crisantemos, dalias, y algún que otro acompañamiento verde del jardín, como boje o ramas de conífera eran suficientes para homenajear y transmitir el cariño por los nuestros. Durante la misa en el cementerio, los familiares custodiábamos solemnes nuestros espacios, pero siempre con la mirada atenta a las zonas vecinas, unas más ostentosas que otras, las rosas de floristería tenían mucha aceptación, pero la creatividad de mi madre no se quedaba atrás, y podía competir con el ramo más elaborado, siempre soñé con poder heredar ese don…
Merecía la pena acercarse de noche y ver el espectáculo de luz del campo santo iluminado por las velas. Esta tradición sigue vigente, junto con otras más novedosas.
Desde Bilbao, este puente, un grupo de familias amigas con niños vendrán al “papu coloráu” a festejar Halloween y disfrutar de todas esas sensaciones bonitas que transmite el otoño… a ver qué nos cuentan ellos…estaremos atentos.
¡Hasta la próxima!
María